Pero como dice xsaritano es que me aburro,y te pones a navegar por la red y te encuentras cosas como estas,que por cierto va dirigido sobre todo a los que como yo nacimos en la decada de los 70,porque por lo que he podido observar en mi barrio de toda la vida, apartir de la generacion del 80 no se a producido nada igual.
He leido este articulo y me ha causado cirta melancolia, yo personalmente me identifico casi 100% con lo dicho:
LA verdad es que no sé cómo hemos podido sobrevivir a nuestra infancia. Mirando atrás es difícil entender que sigamos vivos:
Viajábamos en coches sin cinturones de seguridad traseros, sillitas especiales y sin air-bag, hacíamos viajes de 10-12 horas con cinco personas en un 600 o en un R-4 y no sufríamos el síndrome de la clase turista.
No tuvimos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, ni protectores para rodillas o codos.
Los columpios eran metálicos y con esquinas y jugábamos a «lo que hace la madre hacen los hijos», esto es, a ver quién era el más bestia.
Pasábamos horas construyendo nuestros 'vehículos' con rodamientos para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que nos habíamos olvidado de los frenos. Tras chocar con algún árbol aprendimos a resolver el problema.
Jugábamos a 'churro va' y al pañuelo y nadie sufrió hernias ni dislocaciones. Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el santo día y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos. No había móviles.
Nos abríamos la cabeza a pedradas y no pasaba nada; eran cosas de niños y las lesiomes se curaban con mercromina y unos puntos, y al día siguiente todos contentos. La mitad de los compañeros de clase tenía la barbilla rota, algún diente mellado o algún chirlo en la cabeza... Tuvimos peleas, pero aprendíamos a superar nuestras diferencias.
Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila que rara vez tenía refuerzo para los hombros y mucho menos ruedas.
Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo, mas aprendía a vivir con eso y punto.
Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refresco y nadie se contagió de nada, si acaso los piojos, cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente.
No tuvimos playstations, nintendos, videojuegos, 99 canales de TV, películas en vídeo, sonido surround, móviles, ordenadores ni internet, pero nos lo pasábamos de lo lindo tirándonos globos llenos de agua y arrastrándonos por los suelos destrozando la ropa.
Nosotros sí tuvimos amigos. Quedábamos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a las chapas, a la peonza, a las canicas, a la lima, al rescate..., en fin, tecnología punta.
Íbamos en bici o andando hasta su casa y llamábamos a la puerta. ¿Imagínense!, sin pedir permiso a los padres, ¿nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel, sin ningún responsable! ¿Cómo lo conseguíamos?
Jugábamos con palos, botellas y balones improvisados y comíamos pipas, y aunque nos dijeron que pasaría, nunca nos crecieron en la tripa ni tuvieron que operarnos para sacárnoslas.
Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la escopeta de perdigones sin adultos al lado. ¿Dios mío, qué irresponsabilidad!
En la escuela no todos participaban en los juegos por equipos. Los que no lo hacían debían aprender a lidiar con la decepción.
Algunos estudiantes no eran tan inteligentes y repetían curso. ¿Qué horror, no inventaban exámenes extra!
Éramos responsables de nuestras acciones y apechugábamos con las consecuencias. La idea del padre protector, si trasgredíamos alguna ley, era inconcebible. Si acaso nos soltaba un guantazo y te callabas.
Tuvimos libertad, fracasos, éxitos y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello. Tú eres uno de ellos. ¿Enhorabuena por crecer!
un saludo